Es domingo y me han citado en el hospital para una resonancia magnética a medio día. Esto implica reorganizar mi horario, hacer las cosas de modo diferente, terminar muchas tareas y algunas cuestiones que, para mí, son prioridad.
Entre ellas, mis diez mil pasos diarios.
Así que salgo a caminar al sol. Tengo la suerte (y el privilegio, por qué no decirlo) de vivir al sur de España, en una zona campestre, con amplitud de desplazamiento y con posibilidad de respirar naturaleza.
Sin embargo, cuando llevo apenas cinco minutos, me empieza a incordiar una uña mal cortada de un dedo de la mano izquierda. La toco, es rugosa y áspera y, desde algunos ángulos, incluso pincha.
Trato de eliminar, por todos los medios, esa imperfección que me está fastidiando tanto, la aliso, la esculpo, la intento arrancar… pero no lo consigo.
Mi mente no puede dejar de centrarse en ese malestar, en la incomodidad de tener esa maldita uña que no me permite seguir mi camino.
Necesito volver a mi casa, coger las tijeras, cortarla y así eliminar esta angustia que me atenaza.
Pero sé que si sucumbo a los deseos de la uña, a tratar de controlar este malestar instantáneo, no conseguiré mi objetivo: terminar la caminata antes de la cita médica.
Y más aún, reconozco que cada día, surgen diferentes molestias que me tientan a desviarme de este hábito del ejercicio, que tanto me está ayudando en mi vida, que me acerca al horizonte de lo que quiero, de lo que me llena, de lo que me produce satisfacción vital.
Así que, finalmente, elijo soportar a esa uña molesta, la invito a acompañarme en el paseo, le presto uno de mis auriculares incluso y, cuando llevamos juntas un ratito, no sé qué sendero habrá escogido, dónde se habrá metido, porque la he perdido de vista…
Simplemente, la uña molesta ha desaparecido.
Te cuento cosas parecidas a esta y muchas más novedades en mis Psico-Mensajes Sin Botella.
Además, si te suscribes, te regalo el Cuaderno de Trabajo Psicosensibles que he creado con mucho mimo y dedicación para que puedas comenzar a trabajar de manera práctica tu alta sensibilidad.
¿Qué me dices? ¿Me acompañas?